miércoles, 9 de abril de 2014

CONCEPTOS SOBRE TERRORISMO


Últimamente en todos los medios de comunicación social del mundo (en este país desgraciadamente habitual) se ha utilizado el concepto TERRORISTA en mi opinión muy alegremente, sin pensar en la mayoría de las ocasiones en su impacto sociopolítico y cultural. Según nuestro diccionario el vocablo terrorista es “dominación por medio del terror”, este concepto nos debe llevar a meditar profundamente para extraer el verdadero concepto de TERROR.

Para los antiguos griegos se trata de una deidad que, moraba a la entrada del Tártaro, hijo de Marte y Venus, los griegos le llamaban Deimos. Otros mitólogos le daban el nombre de Pánico por ser el dios Pan que primero que había aterrorizado a los gigantes. Es el que causa miedo, espanto, pavor sobre un mal o un peligro venidero, existiendo distintas categorías Terror Negro (el ejercido por los Jacobinos en la revolución francesa), Terror Blanco (ejercido por los franceses durante la Restauración) Terror Nocturno ( se da sobre todo en la niñez), etc. Este concepto está íntimamente ligado al de Obsesión por su Modus Operandi. Podríamos concluir resumiendo que el terror es un mal que recae sobre el que lo padece con escasas posibilidades de escapar a él.

 De las organizaciones terroristas reconocidas a nivel mundial que hoy conviven con la sociedad deberíamos de identificar claramente a los terroristas, de los delincuentes comunes y los actos de guerra sumergidos y que se confunden con estas actuaciones. Partiendo de la definición anterior, terroristas los son todos, no obstante hay que matizar. Los estudios realizados al respecto, llegan a la conclusión que estas organizaciones nacieron en un caldo de cultivo propicio donde, la lucha por la libertad se manifestaban de distintas formas, la más extremista, la violencia, es el denominador común de los radicales contra regímenes de corte pseudo absolutistas y dictatoriales que, impedían el libre ejercicio de la exposición de ideas y concesiones sociales distintas a las decretadas por el Estado hegemón. Esta situación para mentes y sociedades de clara raíz violenta “justificaba” la utilización de estos medios para la consecución de sus fines, intentando con ello debilitar al “opresor” y negociar sus utópicas aspiraciones en un plano de igualdad.

Una vez que desaparecen las trabas políticas anteriores, esos fundamentos se canalizan a través de las urnas; esta violencia de persistir (caso ETA, GRAPO, IRA, etc.) se trastoca en delincuencia organizada común, en lugar de lucha política que la había caracterizado hasta entonces. Estos grupos apoyados desde su nacimiento por corrientes políticas de corte principalmente nacionalista y/o revolucionario, claramente xenófobos y racistas, surgidos de una mente paranoica y enfermiza del siglo XIX. Son partidos políticos dulces para con las actitudes de estos grupos y críticos con los resultados ya policiales, ya judiciales, ya gubernamentales, éstos se han percatado y aprovechado de la errónea posibilidad de conseguir sus utópicas aspiraciones, manteniendo una actitud condescendiente en algunos casos con condenas realizadas de “cara a la galería”, contribuyendo a desorientar y entorpecer el desarrollo de una sociedad que bien informada y en un plano de libertad absoluta, probablemente hubiera desembocado en esos mismos postulados.

Frente a ellos, las instituciones políticas nacionales y regionales no nacionalistas, de corte democrático, intentando reconducir y canalizar las aspiraciones de esa sociedad engañada y caótica, nacida en el seno del odio y la incomprensión, como consecuencia del servilismo cantonalista de un grupo de irresponsables surrealistas. Estos partidos nacionales han desarrollado dos tipos diferentes de políticas en su lucha contra el terror. Un primer grupo que actúa con arreglo a la legislación vigente que acota, acosa y cuya victoria es segura sobre los indeseables y, una segunda menos afortunada que emplea las mismas armas que a los que pretende vencer; situándose a menudo en el filo de la navaja, con incursiones frecuentes al lado ilegal. Esta “justifica” de alguna forma las demencias contrarias cuyos resultados enaltecen al ejecutor ante esa sociedad perdida, sin rumbo, cuyos timoneles caen frecuentemente en la depravación, reconduciendo el ideario social hacia un callejón sin salida.

El segundo gran grupo de terroristas definidos como tales por las grandes potencias desarrolladas, es el que lucha para sacudirse el yugo impuesto por los imperios económicos occidentales que en algunos casos mantienen títeres al frente de los distintos gobiernos donde ejercen su presión, impidiendo el desarrollo político, social y cultural de los pueblos que abarcan, no teniendo sus habitantes otra opción que recurrir a la violencia para mermar ese poderío que los esclaviza sin remisión alguna. Es aquí donde surge la verdadera lucha por la libertad en contraposición con la vulgar y organizada delincuencia común tintada de actos políticos. Sus actos dejan de ser terroristas para convertirse en actos de guerra contra la potencia opresora. Llenas están las páginas de la Historia de estos actos que sin contar con los grupos elitistas de sus estados, están condenadas irremisiblemente al fracaso. De modo sustancial se diferencia de la anterior en que, ésta no tiene otro camino para exponer sus concepciones sociales que recurrir a la violencia, al contrario que la primera que goza de libertad para expresarse y canalizar sus inquietudes a través de partidos políticos y coaliciones que concurren a las urnas, aunque el concepto de Democracia sea una utopía en sus realizaciones políticas.

El 11 de septiembre de 2001, sucedió un acto de guerra consecuencia de la política americana en los estados islámicos, no fue el único que sufrió esta potencia, pero si el más importante, no fue un ataque indiscriminado como se ha dicho, se realizó golpeando los tres pilares que sustentan a cualquier Estado, el económico, el militar y el político (España tiene memoria de estos actos en la modernidad), esta política preponderante y demoledora nacida de la propia idiosincrasia anglosajona, puesta en práctica en numerosas ocasiones, pero con mayor énfasis al término de la II Guerra Mundial, donde se definen claramente las potencias y sus satélites, protagonizan cambios profundos de fronteras, donde antes no las había (Palestina, Irak, Grecia, etc.) se crean, para asegurase su hegemonía económica e influencia política, cuyo desarrollo cumbre, se lleva a cabo en plena Guerra Fría; dándole al mundo una dualidad que nunca tuvo, sin que por ello se olvide el potencial Iberoamericano en la misma o peor situación que el mundo islámico. Factor a tener en cuenta, lugar donde, los países desarrollados obtienen la mayor parte de las materias primas para su industria, con precios ridículos que, esclavizan cada día más a esos Estados y, los endeudan con la devolución de esas materias transformadas en productos  de “primera necesidad”. A los que les está negado cualquier atisbo incontrolado o no autorizado de progreso, manteniéndolos en una espiral de decadencia absoluta. Donde descabezan los nativos permitidos por el “Estado hegemón” y por lo tanto sumisos a sus deseos, surgiendo en alguna ocasión algún Allende o Fidel que no aceptan ese yugo y son barridos sistemáticamente o, condenados al asilamiento y al subdesarrollo, ante la mirada impávida del resto del mundo.

El terrorismo es el denominador común de estos grupos que actúan al margen de las normas sociales de convivencia internacionales, carentes de oportunidades de incorporarse a la corriente política de su país donde puedan desarrollar libremente sus ideas y conceptos sociales sin temer a ser “retirados” por  grupos que trabajan para “la Sombra” y que contravienen sus intereses.

De ello podría deducirse la perentoria necesidad de la adopción por parte de estos países de políticas carentes de expansionismo de corte colonial o imperialista, abriendo canales de desarrollo verdadero para los terceros países e incorporación a los foros económicos y culturales que fagociten los extremismos y aíslen los radicalismos, a través de medios pacíficos evitando con ello la aparición de otros Osamas que recojan las ideas más o menos justificadas de éste y, lleven al mundo a una situación de caos e inseguridad permanentes. Con la actitud actual se está construyendo otro limes romano que traerá consecuencias nefastas para estos imperios, puesto que la Historia se repite y el fundamento de la misma (según Herodoto y Polibio) es recordar a los gobernantes los errores del pasado para no volver sobre ellos, debería ser asignatura obligada para estos políticos el estudio y conocimiento de esta ciencia, como ya lo fue en la antigüedad que, redundaría en beneficio propio y en el de la comunidad a la que sirven.


En el caso de España la violencia suscitada por estos grupos radicales que se conceptúan como actos terroristas, se ven amparados por una legislación dúctil que pretende con sus actuaciones integradoras de reconvertir a estos delincuentes en hombres de provecho para la sociedad. Tarea ardua y difícil teniendo en cuenta que la mayoría de los ejecutores y algún dirigente, no solo han nacido en esa espiral  de odio e incomprensión, sino que, están alentados y justificados por partidos y coaliciones pseudo democráticas (algunos de ellos expulsados de los foros internacionales por su continuo apoyo y justificación de actos contra los derechos humanos) que propagan con ahínco postulados xenófobos que rayan el ridículo. No obstante, de estos conceptos vertidos en este escrito y dada la legislación actual que, se halla fuera de la realidad social, se hace perentoria la necesidad de mantenerlos bajo el epíteto de Terroristas, dado que de otra manera se verían favorecidos por la aplicación de beneficios inmerecidos. A pesar de correr el riesgo de ser tachado de retrógrado, soy del pensamiento filosófico del siglo XVIII de la corriente metafísica donde identifican a la sociedad como el organismo humano (de ahí su concepto de sociedad orgánica) partidarios de amputar los males persistentes que aquejan a ese organismo.

Fdo.- José María Fernández Núñez


Licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza