CONCEPTOS SOBRE TERRORISMO
Últimamente en todos los medios de comunicación social del
mundo (en este país desgraciadamente habitual) se ha utilizado el concepto
TERRORISTA en mi opinión muy alegremente, sin pensar en la mayoría de las
ocasiones en su impacto sociopolítico y cultural. Según nuestro diccionario el
vocablo terrorista es “dominación por
medio del terror”, este concepto nos debe llevar a meditar profundamente
para extraer el verdadero concepto de TERROR.
Para los antiguos griegos se trata de una deidad
que, moraba a la entrada del Tártaro, hijo de Marte y Venus, los griegos le
llamaban Deimos. Otros mitólogos le daban el nombre de Pánico por ser el dios
Pan que primero que había aterrorizado a los gigantes. Es el que causa miedo,
espanto, pavor sobre un mal o un peligro venidero, existiendo distintas
categorías Terror Negro (el
ejercido por los Jacobinos en la revolución francesa), Terror Blanco (ejercido por los franceses durante la
Restauración) Terror Nocturno
( se da sobre todo en la niñez), etc. Este concepto está íntimamente ligado al
de Obsesión por su Modus Operandi.
Podríamos concluir resumiendo que el terror es un mal que recae sobre el que lo
padece con escasas posibilidades de escapar a él.
De las
organizaciones terroristas reconocidas a nivel mundial que hoy conviven con la
sociedad deberíamos de identificar claramente a los terroristas, de los delincuentes
comunes y los actos de guerra sumergidos y que se
confunden con estas actuaciones. Partiendo de la definición anterior, terroristas
los son todos, no obstante hay que matizar. Los estudios realizados al
respecto, llegan a la conclusión que estas organizaciones nacieron en un caldo
de cultivo propicio donde, la lucha por la libertad se manifestaban de
distintas formas, la más extremista, la violencia, es el denominador común de
los radicales contra regímenes de corte pseudo absolutistas y dictatoriales
que, impedían el libre ejercicio de la exposición de ideas y concesiones
sociales distintas a las decretadas por el Estado hegemón. Esta situación para
mentes y sociedades de clara raíz violenta “justificaba”
la utilización de estos medios para la consecución de sus fines, intentando con
ello debilitar al “opresor” y
negociar sus utópicas aspiraciones en un plano de igualdad.
Una vez que desaparecen las trabas políticas
anteriores, esos fundamentos se canalizan a través de las urnas; esta violencia
de persistir (caso ETA, GRAPO, IRA, etc.) se trastoca en delincuencia
organizada común, en lugar de lucha política que la había caracterizado hasta
entonces. Estos grupos apoyados desde su nacimiento por corrientes políticas de
corte principalmente nacionalista y/o revolucionario, claramente xenófobos y
racistas, surgidos de una mente paranoica y enfermiza del siglo XIX. Son
partidos políticos dulces para con las actitudes de estos grupos y críticos con
los resultados ya policiales, ya judiciales, ya gubernamentales, éstos se han
percatado y aprovechado de la errónea posibilidad de conseguir sus utópicas
aspiraciones, manteniendo una actitud condescendiente en algunos casos con
condenas realizadas de “cara a la
galería”, contribuyendo a desorientar y entorpecer el desarrollo de una
sociedad que bien informada y en un plano de libertad absoluta, probablemente
hubiera desembocado en esos mismos postulados.
Frente a ellos, las instituciones políticas
nacionales y regionales no nacionalistas, de corte democrático, intentando
reconducir y canalizar las aspiraciones de esa sociedad engañada y caótica,
nacida en el seno del odio y la incomprensión, como consecuencia del servilismo
cantonalista de un grupo de irresponsables surrealistas. Estos partidos
nacionales han desarrollado dos tipos diferentes de políticas en su lucha
contra el terror. Un primer grupo que actúa con arreglo a la legislación vigente
que acota, acosa y cuya victoria es segura sobre los indeseables y, una segunda
menos afortunada que emplea las mismas armas que a los que pretende vencer;
situándose a menudo en el filo de la navaja, con incursiones frecuentes al lado
ilegal. Esta “justifica” de alguna
forma las demencias contrarias cuyos resultados enaltecen al ejecutor ante esa
sociedad perdida, sin rumbo, cuyos timoneles caen frecuentemente en la
depravación, reconduciendo el ideario social hacia un callejón sin salida.
El segundo gran grupo de terroristas definidos como
tales por las grandes potencias desarrolladas, es el que lucha para sacudirse
el yugo impuesto por los imperios económicos occidentales que en algunos casos
mantienen títeres al frente de los distintos gobiernos donde ejercen su
presión, impidiendo el desarrollo político, social y cultural de los pueblos
que abarcan, no teniendo sus habitantes otra opción que recurrir a la violencia
para mermar ese poderío que los esclaviza sin remisión alguna. Es aquí donde
surge la verdadera lucha por la libertad en contraposición con la vulgar y
organizada delincuencia común tintada de actos políticos. Sus actos dejan de
ser terroristas para convertirse en actos de guerra contra la potencia
opresora. Llenas están las páginas de la Historia de estos actos que sin contar
con los grupos elitistas de sus estados, están condenadas irremisiblemente al
fracaso. De modo sustancial se diferencia de la anterior en que, ésta no tiene
otro camino para exponer sus concepciones sociales que recurrir a la violencia,
al contrario que la primera que goza de libertad para expresarse y canalizar
sus inquietudes a través de partidos políticos y coaliciones que concurren a
las urnas, aunque el concepto de Democracia sea una utopía en sus realizaciones
políticas.
El 11 de septiembre de 2001, sucedió un acto de
guerra consecuencia de la política americana en los estados islámicos, no fue
el único que sufrió esta potencia, pero si el más importante, no fue un ataque
indiscriminado como se ha dicho, se realizó golpeando los tres pilares que
sustentan a cualquier Estado, el económico, el militar y el político (España
tiene memoria de estos actos en la modernidad), esta política preponderante y
demoledora nacida de la propia idiosincrasia anglosajona, puesta en práctica en
numerosas ocasiones, pero con mayor énfasis al término de la II Guerra Mundial,
donde se definen claramente las potencias y sus satélites, protagonizan cambios
profundos de fronteras, donde antes no las había (Palestina, Irak, Grecia,
etc.) se crean, para asegurase su hegemonía económica e influencia política,
cuyo desarrollo cumbre, se lleva a cabo en plena Guerra Fría; dándole al mundo
una dualidad que nunca tuvo, sin que por ello se olvide el potencial
Iberoamericano en la misma o peor situación que el mundo islámico. Factor a
tener en cuenta, lugar donde, los países desarrollados obtienen la mayor parte
de las materias primas para su industria, con precios ridículos que, esclavizan
cada día más a esos Estados y, los endeudan con la devolución de esas materias
transformadas en productos de “primera necesidad”. A los que les está
negado cualquier atisbo incontrolado o no autorizado de progreso,
manteniéndolos en una espiral de decadencia absoluta. Donde descabezan los
nativos permitidos por el “Estado hegemón”
y por lo tanto sumisos a sus deseos, surgiendo en alguna ocasión algún Allende
o Fidel que no aceptan ese yugo y son barridos sistemáticamente o, condenados
al asilamiento y al subdesarrollo, ante la mirada impávida del resto del mundo.
El terrorismo es el denominador común de estos
grupos que actúan al margen de las normas sociales de convivencia
internacionales, carentes de oportunidades de incorporarse a la corriente
política de su país donde puedan desarrollar libremente sus ideas y conceptos sociales
sin temer a ser “retirados” por grupos que trabajan para “la Sombra” y que contravienen sus
intereses.
De ello podría deducirse la perentoria necesidad de
la adopción por parte de estos países de políticas carentes de expansionismo de
corte colonial o imperialista, abriendo canales de desarrollo verdadero para
los terceros países e incorporación a los foros económicos y culturales que
fagociten los extremismos y aíslen los radicalismos, a través de medios
pacíficos evitando con ello la aparición de otros Osamas que recojan las ideas más o menos justificadas de éste y,
lleven al mundo a una situación de caos e inseguridad permanentes. Con la
actitud actual se está construyendo otro limes
romano que traerá consecuencias nefastas para estos imperios, puesto que la
Historia se repite y el fundamento de la misma (según Herodoto y Polibio) es
recordar a los gobernantes los errores del pasado para no volver sobre ellos,
debería ser asignatura obligada para estos políticos el estudio y conocimiento
de esta ciencia, como ya lo fue en la antigüedad que, redundaría en beneficio
propio y en el de la comunidad a la que sirven.
En el caso de España la violencia suscitada por estos
grupos radicales que se conceptúan como actos terroristas, se ven amparados por
una legislación dúctil que pretende con sus actuaciones integradoras de
reconvertir a estos delincuentes en hombres de provecho para la sociedad. Tarea
ardua y difícil teniendo en cuenta que la mayoría de los ejecutores y algún
dirigente, no solo han nacido en esa espiral
de odio e incomprensión, sino que, están alentados y justificados por
partidos y coaliciones pseudo democráticas (algunos de ellos expulsados de los
foros internacionales por su continuo apoyo y justificación de actos contra los
derechos humanos) que propagan con ahínco postulados xenófobos que rayan el
ridículo. No obstante, de estos conceptos vertidos en este escrito y dada la
legislación actual que, se halla fuera de la realidad social, se hace
perentoria la necesidad de mantenerlos bajo el epíteto de Terroristas, dado que
de otra manera se verían favorecidos por la aplicación de beneficios
inmerecidos. A pesar de correr el riesgo de ser tachado de retrógrado, soy del
pensamiento filosófico del siglo XVIII de la corriente metafísica donde
identifican a la sociedad como el organismo humano (de ahí su concepto de
sociedad orgánica) partidarios de amputar los males persistentes que aquejan a
ese organismo.
Fdo.- José María Fernández Núñez
Licenciado en Historia por
la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza