lunes, 28 de abril de 2014

ROQUE JOAQUIN DE ALCUBIERRE.
Este zaragozano es el responsable directo y único, de que hoy podamos viajar en el tiempo, hasta los años de esplendor del Imperio Romano. No se trata de “descubrir” las facetas de este insigne aragonés, pero sí reivindicar y poner las piezas en su sitio, cuyas caóticas situaciones son causadas por las siempre injustas y deshonrosas usurpaciones, indebidamente realizadas a lo largo de la historia. Hoy con epítetos y adjudicaciones absolutamente gratuitas y fuera de la verdad absoluta, en cuanto a sus verdaderos protagonistas.
La práctica siempre está de moda entre aquellos mercachifles que la insana envidia los coloca en la boca letrinera de su propia abstracción. Causas recientes las padecemos en la actualidad, con falsas identidades de unos, que pretenden desnudar a los otros, verdaderos dueños de ese pasado común, que en mala hora se llevó a cabo, tratando de adquirir la honra y el honor que nunca poseyeron y que por mor de falsos historiadores, tratan de conseguir poniendo lo que para esta casta de estafadores es su máxima ley “una mentira sostenida a través del tiempo, llega a convertirse en realidad”. Quizás con el apoyo de otros especialistas, dudosos, en otras disciplinas, se decantan por el vil metal o preeminencia social, pretenden al menos confundir o implantar unos derechos que nunca fueron, tergiversando lo incólume para la consecución de sus patéticos fines consintiendo lo que saben nunca fue cierto, en tanto que los herederos, pusilánimes e interesados, dejan correr el agua putrefacta de la letrina de origen, en franco perjuicio de la propia. Empero el agua pura y cristalina de las fuentes de la verdad y lo cierto se abren paso arrinconando esta defección que va desapareciendo de sus orillas, por la fuerza de lo incontestable.

Este Alcubierre sufrió en sus carnes póstumas este efecto, tanto que, sus naturales nunca supieron o se atrevieron a reivindicar en los foros internacionales, semejante agravio, levantado por cortesanos de bajo calado. Nunca fue España, lugar de arraigo. América es América porque Américo Vespucio, diseñó unos mediocres mapas mal copiados de los de Juan de la Cosa, un geógrafo español verdadero artífice de la geografía del Nuevo Mundo, y que este avispado italiano supo repartir en los lugares adecuados, para que, en su honor, aquellos felones, reconocieran las nuevas tierras con su nombre ¿qué hizo España?, callar…, callar como siempre, justificando una vez más su desarraigo; ese amor a la tierra que nunca existió, ni existe, es el caballo de batalla del porqué este país no se encuentra como puntero entre los lideres. Napoleón III, en su apoyo al dictador Maximiliano de Méjico, envía un regimiento de coraceros y utilizan con agravio, la denominación de la América Latina, ¡nunca lo fue! Solo mentes indoctas e ignorantes, usan ese vocablo. siempre ha sido, Iberoamérica, o Hispanoamérica, hoy tan adaptado  aquí, que al parecer los autores del intento de destrucción de lo español, no hay que buscarlos fuera de España, sino dentro, ese germen tiene un nombre DESARRAIGO, cuando los naturales de un lugar están convencidos de que todo lo exterior es mejor que lo que ellos mismo producen…, sus días están contados, es la mayor alarma de ese desarraigo agónico entre las gentes nativas. Si a eso le sumamos las tendencias políticas, por llamarlas de alguna manera, que a lo largo de los últimos 450 años, se han dado en esta piel de toro, ya tenemos los ingredientes para sentar las bases de una nación desunida, periférica y enemiga de sí misma. Nuestro último y legítimo rey, D. Fernando II de Aragón, creó lo que el mundo no había conocido hasta entonces y no conocería después, a pesar de los buitres, sobre todos, los siempre enemigos ingleses. La traición ingrediente esencial de ese desarraigo, condenó a este impecable monarca y con él a España, a su absoluta desaparición como elemento esencial de la hoy patética Europa.
Alcubierre, es sin ningún género de dudas, el padre de la actual arqueología, llevó  a cabo su trabajo encomendado por el monarca Carlos VII de Nápoles, (Carlos III de España) más conocido como el Alcalde Madrid, por su excelente gobierno, el mejor de los Borbones. Hombre ilustrado que vive en el siglo, al compás de los avances técnicos que aplica en la medida de lo posible en sus reinos y gobiernos, no siempre bien entendido por la chusma y los intereses de los apoltronados, que tanto daño han hecho a este país. Usa los medios que conoce, esto es las técnicas mineras, no en vano era ingeniero de minas. Esta metodología aplicada a la nueva situación, es la que desarrollará a posteriori, lo que se conoce en el mundo científico como el método arqueológico, éste y no otro fue el planteamiento del origen de dicha ciencia. Es evidente que Alcubierre no ejerció la Arqueología como hoy la entendemos. Su objetivo prioritario era localizar piezas de valor para engrosar las colecciones del Rey Carlos III, (Carlos VII de Nápoles). Sus múltiples enemigos, envidiosos de sus éxitos, no tanto por la aplicación de aquellos métodos, como por los hallazgos y extracción de los tesoros del viejo imperio romano, a los que no solo databa y clasificaba sino que catalogaba, dibujaba uniendo a ellos la descripción del lugar y posición que había sido hallado, nunca se aprovechó de su posición para lucrarse, acabando en el más absoluto olvido.
Nace en Zaragoza, en el verano de 1702. Cursa sus primeros estudios y cuándo tiene edad, entra en el recién creado cuerpo de Ingenieros Militares, bajo la protección de los Condes de Bureta, lo que le hace conseguir plazas cómodas para su trabajo.
Pocos años después Carlos III de España, recuperó Nápoles del dominio austriaco.
Andrés de los Cobos, su inmediato superior, lo llevó con él, en 1734, ya que el carácter complicado y las rencillas con algún que otro compañero, le hubiese acarreado más de un disgusto. Había intentado por todos los medios antes de regresar a la Corte, que lo admitieran de forma definitiva, en la oficialidad del Cuerpo de Ingenieros. Pero, no era simpático a nadie. Su manera directa de decir las cosas, hacía chirriar los dientes, a aquellos paniaguados cortesanos, que eran los mandos militares.
Su llegada a Nápoles  no queda registrada hasta dos años después.
Diecisiete siglos antes, un cataclismo, interrumpió la vida tranquila de unas ciudades, en el verano del año 79 de nuestro calendario. Acababan de celebrar las fiestas en honor a Vulcano esposo de Venus y Dios del Fuego, la forja y los volcanes. Todavía estaban calientes las brasas de las hogueras, cuándo el apocalipsis arrasó con las ciudades de Pompeya, Herculano, Estabia, Oplontis y algunas más de menor tamaño, habían desaparecido el 25 de agosto, de dicho año de la faz de la tierra. Según Plinio EL Joven, testigo ocular, narró con detalle a su amigo y gran  historiador Cornelio Tácito, todo cuanto aconteció aquel aciago día.
Según Plinio unos pequeños temblores de tierra y una colosal columna de humo procedente del Vesubio, ascendió a los cielos, a continuación comenzó una lluvia de piedras volcánicas y ceniza que ocultó el sol. Cubrió toda la comarca, finalmente grandes gases ardientes que se movían en suspensión, arrasaron todo que encontraron a su paso en un radio de 70 Km. Esta historia es sabida, más o menos por nuestras gentes, pero lo que casi todos ignoran que fue un zaragozano quien lo descubrió y saco estas ciudades a la luz.
Más de mil quinientos años después, el primer hombre que vuelve a pisar aquellos lugares fue el aragonés Roque Joaquín Alcubierre que pasó al olvido por la desidia de sus  gobernantes y por las envidias y traiciones para alzarse con la gloria del trabajo de este ingeniero de minas.
Con los galones de capitán, Alcubierre se encontraba enfrascado en la nivelación de unos terrenos, cercanos al pabellón de caza del Rey, en Portici, cuándo le llamó poderosamente la atención, la cantidad de objetos antiguos, que salían a pocos centímetros de la superficie. Su amigo y cirujano Giovanni Angelis, le dice, que unos años antes, cuando estaban bajo el dominio austriaco, se cavó un pozo por orden de Manuel Mauricio de Lorena, príncipe de D’Elbeuf y se encontraron vestigios arquitectónicos, mármoles, mosaicos…, lo que le hace sospechar que pueda haber tesoros escondidos. Pide permiso para buscar más exhaustivamente. No debemos olvidar, que desde el Renacimiento, las piezas romanas y griegas, estaban muy cotizadas por las familias más adineradas, hasta Miguel Ángel en su juventud, labró y envejeció varias estatuas, que luego enterró para conseguir dinero.
Tras mucho insistir, le dió permiso el mismo monarca, en octubre de 1738. En aquellos días, ni la Arqueología ni sus métodos científicos, existían todavía. Se pone manos a la obra, con tres peones. El trabajo debió de ser muy duro. Muy pronto comienza a encontrar piezas, de gran interés, hasta que topa con un muro, que le hace pensar que ha dado con un templo, pero con lo que dio fue con el teatro de Herculano, una placa decía que había sido construido por el arquitecto Publio Numisio.

Los sucesivos hallazgos de incalculable valor, animan a Carlos III a proporcionarle más hombres. Alcubierre, ante la falta de un método que aplicar en la tarea encomendada, se ve forzado a utilizar el que conoce que no es otro que el minero, lo que le permite continuar trabajando en los subterráneos, provocándole un deterioro de la salud. Las tareas son tan duras que se emplea mano de obra de presos y esclavos. A medida que avanzaban las galerías se estrechaban y se hacían más inhóspitas, por la humedad y sobre todo por el humo de las antorchas. Tanto los hombres como los materiales, ascendían y descendían atados a una cuerda, por medio de un cabestrante. Su salud sufrió un grave revés. Perdió todos dientes y la vista.
Cuándo se incorpora nuevamente, después de un periodo de reposo, lo hace como Teniente Coronel, y le espera una fase llena de descubrimientos. En 1748 consigue permiso para excavar en otra zona relativamente cercana, donde empiezan a aparecer piezas muy valiosas. Alcubierre, cree que encuentra la ciudad de Estabia, pero en realidad lo que encuentra es la ciudad de Pompeya.
Los años siguientes resultan frenéticos, Roque Joaquín encuentra las ciudades de: Estabia, Cumas, Sorrento, Mercado di Sábato y Bosco de Tre Case, además de Pompeya y Herculano. El Rey le obliga a llevar un minucioso control de todo, de los avances y de lo que se encuentra cada día. Debían ser descritos y dibujados de forma meticulosa, asi nace lo que hoy se conoce como el método tipológico esencial para cualquier arqueólogo. Con ello se lleva a cabo, un descubrimiento único en la historia de la Arqueología, que con el paso del tiempo, no solo informaría del arte romano, sino de cómo vivían.
Sus innumerables éxitos pronto se ven empañados por las envidias, malentendidos y rivalidades de algunos de los que tenía bajo su severo mando. Atraídos por la desbocada fama del lugar, visitan las excavaciones los que se hacían llamar eruditos en dicha materia, que no eran otra cosa que meros coleccionistas. Poco pudieron ver, pues el lugar estaba muy restringido al acceso público no autorizado.
El que hoy es considerado el padre de la Arqueología e Historia del Arte Johann Joachim Wilckenmann, (otro Américo Vespucio, entre otros muchos) en realidad no pasaba de ser un mero anticuario que censuró y criticó muy duramente el método de excavación del aragonés, ¿cómo puede censurar y criticar aquello que no existe hasta que Alcubierre lo crea? Lo humilló públicamente en sus escritos. Su pretensión era hacerse cargo de todo lo descubierto. Para ello cuenta con la ayuda de Camilo Paderni, cobarde como todos los traidores, que no duda en intrigar contra el ingeniero zaragozano, para conseguir el papel de director de excavaciones. Intrigaba cerca del ministro Tunecci, desacreditando a Alcubierre. Esta traición se cree que la organizó el alemán Wilckenmann, ya que Paderni no pasaba de ser un pobre lacayo, no era hombre de mucha inteligencia y lo que el anticuario quería, era hacerse con las obras que salían de dicha excavación.

La envidia enfermiza que sentía el alemán por el aragonés, queda patente en una carta que Wilckenmann envía al conde Brühl, ”La dirección de este trabajo, (se refiere a la excavación) fue encomendada a un ingeniero español, que había seguido al Rey. Actualmente es Coronel y jefe del Cuerpo de Ingenieros, llamado Roch Joachim Alcubierre. Este hombre que tiene tanta familiaridad con las antigüedades, como la luna con los cangrejos, como dice el proverbio italiano, ha causado por su poca capacidad, la pérdida de valiosas obras de arte“. Tampoco perdió ocasión este alemán de insultar al aragonés, nuevamente en cartas escritas, calumniándolo allí donde lo dejaban hablar, pero siempre con la sombra del traidor Paderni que difamaba, allí por donde pasaba. Hay que tener en cuenta que quienes coleccionaban estos objetos que otorgaban un cierto prestigio, pues su posesión estaba reservada a las buenas fortunas, era la nobleza y a la nueva sociedad que emergía con fuerza, los burgueses, dueño al fin y al cabo del sistema financiero de los Estados. Estos pagaban muy bien. La insana envidia que el alemán sufría por Alcubierre, por no cederle el protagonismo, fue reconocida por algunos de los críticos del momento. No olvidemos a su cómplice, el traidor italiano.
En 1772 fue ascendido a brigadier e ingeniero jefe de los ejércitos del rey, así como gobernador del castillo del Carmen, adosado a la muralla aragonesa de Nápoles. Y cinco años más tarde fue nombrado, mariscal de campo.
En 1775 a propuesta del ministro Tanucci, se crea la Real Academia Herculanense. La misión principal era el estudio de todas las antigüedades halladas en las excavaciones y de manera especial en Herculano. La República de las Letras, como solía llamarse por entonces, no tenía acceso a tales obras y de esta manera, pudieron conocer su valor artístico y documental. Esta tarea, ya había sido encomendada a Monseñor Octavio Antonio Bayardi, pero defraudó al Rey, al ministro y a toda esa parafernalia auto intitulada república de las letras.
Para esta encomienda, se eligieron quince personas, al frente, volvieron a elegir a monseñor, ya que la iglesia así lo impuso. Todos eran representantes ilustres del mundo intelectual napolitano del momento. Pero quien no figuró, fue el,”correveidile” de Camilo Paderni, a pesar de ser el director del museo de Portici. Tanto el rey como el ministro Tanecci, le tenían en muy alta estima,”en público” no asi en privado, pues conocían de su traición. No obstante en ocasiones fue invitado a alguna de sus sesiones. Quién no figuró nunca, ni lo solicitó, fue el traicionado y ninguneado Alcubierre. Los felones no saben de cargos, prestigios, ni honores, son solo eso…, felones.

Los museos se fueron llenando de todo tipo de objetos, se habilitó el convento de la Compañía de Jesús, para albergar la Universidad de Nápoles, después de haber sido abolida esta compañía por el papa Clemente XIV. Paderni no soportaba a Alcubierre, aunque no quería reconocerlo. Como director del museo de Nápoles, dirige la excavación, pero es un fracaso tras otro. Lo cual alegra felizmente al zaragozano.
Quienes tanto lo criticaban, ingleses, franceses, alemanes, ejercían el expolio más salvaje de cuantos se haya conocido en la historia y la arqueología. Esto se daría incluso bien entrado el siglo XX, allá donde hollaban las botas de sus soldados. Todo cuánto descubrían, impunemente lo saqueaban, llevándolo a sus países de origen y hasta el día de hoy, se mantienen en sus museos, a pesar de las múltiples quejas y peticiones de devolución a los estados propietarios. Pero todo lo que Alcubierre descubrió se mantiene intacto en su lugar, no era anticuario, asi que no estaba sujeto a los espolios que estos realizaban o financiaban.
Tras su fallecimiento en el año 1780, su viuda se ve obligada a pedir ayuda económica a las autoridades, recibiendo una pensión vitalicia de 150 ducados al año, abocando a la familia  a la más honrada  y humilde de las pobrezas. Este es el pago de un monarca a su fiel vasallo, este es el pago de una nación a uno de sus hijos que de haberlo defendido en su momento, de haber tenido ese arraigo del que sólo se conoce el vocablo, hubiera pasado a ser reconocida como cuna de una rama de la ciencia, pero desgraciadamente esto es…, España y su idiosincrasia. Dedicó su vida a una actividad que lo fascinaba, entregándole todo al Rey, pero al igual que todos los de su estirpe, no conocían la honradez, ni el reconocimiento de quienes le servían, ofreciendo todo cuanto tenían, que en la mayoría de las veces, era la vida.
El trabajo de Alcubierre y sus colaboradores debe ser juzgado en su justo término, considerándolo como el arranque de la Arqueología de campo y sobretodo, como base necesaria e insustituible de uno de los museos más extraordinarios del mundo clásico. No olvidemos que ninguno de los hallazgos salió de Italia, ni siquiera cuando Carlos III, abandonó definitivamente Nápoles.
Una vez más dejamos en el olvido a un héroe, que realizó sin saberlo, el verdadero descubrimiento de la Arqueología y que como con tantos y tantos personajes ilustres de nuestra tierra, pasan al olvido y otros miserables, cobardes y traidores, se apoderan de su trabajo y esfuerzo con la complicidad tácita de nuestros gobernantes, no alzaron ni alzan su voz, para dejar el nombre de ROQUE JOAQUIN ALCUBIERRE en el lugar que le corresponde. Ni una estatua para su recuerdo, ni unas líneas en los libros de texto, ni una calle en pueblo alguno, ni un recuerdo, pero si tenemos plazas de nombre impronunciable, y difícil escritura, de otros países, para vergüenza y humillación de nuestra historia.

 
Nuestros gobernantes están obligados a mantener el legado de nuestros antepasados. Su incompetencia en materia histórica debería ser duramente castigada. La desgracia de estos hombres y mujeres que hicieron y descubrieron tanto y tan bueno, es no haber nacido en cualquier país extranjero, donde su hazaña jamás seria desconocida. Gentes mediocres son archiconocidos merced a estas caricaturas políticas provincianas que mantenemos en este maldecido país.
Ningún representante ni alemán ni italiano, hasta el día de hoy, ha pedido disculpas por haber consentido, que traidores, cobardes, arrebataran el trabajo de un hombre que, sí ha sido el precursor y verdadero padre de la Arqueología. Tampoco ningún títere, mercachifle, de los gobernantes regionales ni españoles, se ha preocupado de ello, su interés, es la bolsa, esa que se vacía con cada cambio y se llena con los nuevos, para repetir el constante ciclo, que de ser bautizado debería llamarse, en honor al rio Anas, “los ojos del Guadiana”.
Zaragoza a 20 de abril de 2014
María Jé Salvador Miguel

Vicepresidenta

miércoles, 9 de abril de 2014

CONCEPTOS SOBRE TERRORISMO


Últimamente en todos los medios de comunicación social del mundo (en este país desgraciadamente habitual) se ha utilizado el concepto TERRORISTA en mi opinión muy alegremente, sin pensar en la mayoría de las ocasiones en su impacto sociopolítico y cultural. Según nuestro diccionario el vocablo terrorista es “dominación por medio del terror”, este concepto nos debe llevar a meditar profundamente para extraer el verdadero concepto de TERROR.

Para los antiguos griegos se trata de una deidad que, moraba a la entrada del Tártaro, hijo de Marte y Venus, los griegos le llamaban Deimos. Otros mitólogos le daban el nombre de Pánico por ser el dios Pan que primero que había aterrorizado a los gigantes. Es el que causa miedo, espanto, pavor sobre un mal o un peligro venidero, existiendo distintas categorías Terror Negro (el ejercido por los Jacobinos en la revolución francesa), Terror Blanco (ejercido por los franceses durante la Restauración) Terror Nocturno ( se da sobre todo en la niñez), etc. Este concepto está íntimamente ligado al de Obsesión por su Modus Operandi. Podríamos concluir resumiendo que el terror es un mal que recae sobre el que lo padece con escasas posibilidades de escapar a él.

 De las organizaciones terroristas reconocidas a nivel mundial que hoy conviven con la sociedad deberíamos de identificar claramente a los terroristas, de los delincuentes comunes y los actos de guerra sumergidos y que se confunden con estas actuaciones. Partiendo de la definición anterior, terroristas los son todos, no obstante hay que matizar. Los estudios realizados al respecto, llegan a la conclusión que estas organizaciones nacieron en un caldo de cultivo propicio donde, la lucha por la libertad se manifestaban de distintas formas, la más extremista, la violencia, es el denominador común de los radicales contra regímenes de corte pseudo absolutistas y dictatoriales que, impedían el libre ejercicio de la exposición de ideas y concesiones sociales distintas a las decretadas por el Estado hegemón. Esta situación para mentes y sociedades de clara raíz violenta “justificaba” la utilización de estos medios para la consecución de sus fines, intentando con ello debilitar al “opresor” y negociar sus utópicas aspiraciones en un plano de igualdad.

Una vez que desaparecen las trabas políticas anteriores, esos fundamentos se canalizan a través de las urnas; esta violencia de persistir (caso ETA, GRAPO, IRA, etc.) se trastoca en delincuencia organizada común, en lugar de lucha política que la había caracterizado hasta entonces. Estos grupos apoyados desde su nacimiento por corrientes políticas de corte principalmente nacionalista y/o revolucionario, claramente xenófobos y racistas, surgidos de una mente paranoica y enfermiza del siglo XIX. Son partidos políticos dulces para con las actitudes de estos grupos y críticos con los resultados ya policiales, ya judiciales, ya gubernamentales, éstos se han percatado y aprovechado de la errónea posibilidad de conseguir sus utópicas aspiraciones, manteniendo una actitud condescendiente en algunos casos con condenas realizadas de “cara a la galería”, contribuyendo a desorientar y entorpecer el desarrollo de una sociedad que bien informada y en un plano de libertad absoluta, probablemente hubiera desembocado en esos mismos postulados.

Frente a ellos, las instituciones políticas nacionales y regionales no nacionalistas, de corte democrático, intentando reconducir y canalizar las aspiraciones de esa sociedad engañada y caótica, nacida en el seno del odio y la incomprensión, como consecuencia del servilismo cantonalista de un grupo de irresponsables surrealistas. Estos partidos nacionales han desarrollado dos tipos diferentes de políticas en su lucha contra el terror. Un primer grupo que actúa con arreglo a la legislación vigente que acota, acosa y cuya victoria es segura sobre los indeseables y, una segunda menos afortunada que emplea las mismas armas que a los que pretende vencer; situándose a menudo en el filo de la navaja, con incursiones frecuentes al lado ilegal. Esta “justifica” de alguna forma las demencias contrarias cuyos resultados enaltecen al ejecutor ante esa sociedad perdida, sin rumbo, cuyos timoneles caen frecuentemente en la depravación, reconduciendo el ideario social hacia un callejón sin salida.

El segundo gran grupo de terroristas definidos como tales por las grandes potencias desarrolladas, es el que lucha para sacudirse el yugo impuesto por los imperios económicos occidentales que en algunos casos mantienen títeres al frente de los distintos gobiernos donde ejercen su presión, impidiendo el desarrollo político, social y cultural de los pueblos que abarcan, no teniendo sus habitantes otra opción que recurrir a la violencia para mermar ese poderío que los esclaviza sin remisión alguna. Es aquí donde surge la verdadera lucha por la libertad en contraposición con la vulgar y organizada delincuencia común tintada de actos políticos. Sus actos dejan de ser terroristas para convertirse en actos de guerra contra la potencia opresora. Llenas están las páginas de la Historia de estos actos que sin contar con los grupos elitistas de sus estados, están condenadas irremisiblemente al fracaso. De modo sustancial se diferencia de la anterior en que, ésta no tiene otro camino para exponer sus concepciones sociales que recurrir a la violencia, al contrario que la primera que goza de libertad para expresarse y canalizar sus inquietudes a través de partidos políticos y coaliciones que concurren a las urnas, aunque el concepto de Democracia sea una utopía en sus realizaciones políticas.

El 11 de septiembre de 2001, sucedió un acto de guerra consecuencia de la política americana en los estados islámicos, no fue el único que sufrió esta potencia, pero si el más importante, no fue un ataque indiscriminado como se ha dicho, se realizó golpeando los tres pilares que sustentan a cualquier Estado, el económico, el militar y el político (España tiene memoria de estos actos en la modernidad), esta política preponderante y demoledora nacida de la propia idiosincrasia anglosajona, puesta en práctica en numerosas ocasiones, pero con mayor énfasis al término de la II Guerra Mundial, donde se definen claramente las potencias y sus satélites, protagonizan cambios profundos de fronteras, donde antes no las había (Palestina, Irak, Grecia, etc.) se crean, para asegurase su hegemonía económica e influencia política, cuyo desarrollo cumbre, se lleva a cabo en plena Guerra Fría; dándole al mundo una dualidad que nunca tuvo, sin que por ello se olvide el potencial Iberoamericano en la misma o peor situación que el mundo islámico. Factor a tener en cuenta, lugar donde, los países desarrollados obtienen la mayor parte de las materias primas para su industria, con precios ridículos que, esclavizan cada día más a esos Estados y, los endeudan con la devolución de esas materias transformadas en productos  de “primera necesidad”. A los que les está negado cualquier atisbo incontrolado o no autorizado de progreso, manteniéndolos en una espiral de decadencia absoluta. Donde descabezan los nativos permitidos por el “Estado hegemón” y por lo tanto sumisos a sus deseos, surgiendo en alguna ocasión algún Allende o Fidel que no aceptan ese yugo y son barridos sistemáticamente o, condenados al asilamiento y al subdesarrollo, ante la mirada impávida del resto del mundo.

El terrorismo es el denominador común de estos grupos que actúan al margen de las normas sociales de convivencia internacionales, carentes de oportunidades de incorporarse a la corriente política de su país donde puedan desarrollar libremente sus ideas y conceptos sociales sin temer a ser “retirados” por  grupos que trabajan para “la Sombra” y que contravienen sus intereses.

De ello podría deducirse la perentoria necesidad de la adopción por parte de estos países de políticas carentes de expansionismo de corte colonial o imperialista, abriendo canales de desarrollo verdadero para los terceros países e incorporación a los foros económicos y culturales que fagociten los extremismos y aíslen los radicalismos, a través de medios pacíficos evitando con ello la aparición de otros Osamas que recojan las ideas más o menos justificadas de éste y, lleven al mundo a una situación de caos e inseguridad permanentes. Con la actitud actual se está construyendo otro limes romano que traerá consecuencias nefastas para estos imperios, puesto que la Historia se repite y el fundamento de la misma (según Herodoto y Polibio) es recordar a los gobernantes los errores del pasado para no volver sobre ellos, debería ser asignatura obligada para estos políticos el estudio y conocimiento de esta ciencia, como ya lo fue en la antigüedad que, redundaría en beneficio propio y en el de la comunidad a la que sirven.


En el caso de España la violencia suscitada por estos grupos radicales que se conceptúan como actos terroristas, se ven amparados por una legislación dúctil que pretende con sus actuaciones integradoras de reconvertir a estos delincuentes en hombres de provecho para la sociedad. Tarea ardua y difícil teniendo en cuenta que la mayoría de los ejecutores y algún dirigente, no solo han nacido en esa espiral  de odio e incomprensión, sino que, están alentados y justificados por partidos y coaliciones pseudo democráticas (algunos de ellos expulsados de los foros internacionales por su continuo apoyo y justificación de actos contra los derechos humanos) que propagan con ahínco postulados xenófobos que rayan el ridículo. No obstante, de estos conceptos vertidos en este escrito y dada la legislación actual que, se halla fuera de la realidad social, se hace perentoria la necesidad de mantenerlos bajo el epíteto de Terroristas, dado que de otra manera se verían favorecidos por la aplicación de beneficios inmerecidos. A pesar de correr el riesgo de ser tachado de retrógrado, soy del pensamiento filosófico del siglo XVIII de la corriente metafísica donde identifican a la sociedad como el organismo humano (de ahí su concepto de sociedad orgánica) partidarios de amputar los males persistentes que aquejan a ese organismo.

Fdo.- José María Fernández Núñez


Licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza

viernes, 4 de abril de 2014





DON SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL


El presente trabajo se desarrolla en el aspecto menos conocido de Don Santiago, en su dura infancia con un padre severo y unos profesores que a juego conformaron el desarrollo del espíritu siempre inquieto de este prócer que llegó a lo más alto de la más alta torre, para beneficio de sus congéneres.Su infancia, su juventud, su ingreso en el ejército su regreso a Zaragoza e ingreso en la masonería regular, hoy la Gran Logia Masónica y Regular nº 35 lleva su nombre en su honor y memoria donde perfiló, aprendió y desarrolló todo su potencial, que lo encumbraría internacionalmente con el Premio Nobel de Medicina, al que le concedió una importancia relativa, tal era su talante, su objetivo era seguir estudiando, seguir entendiendo aquello que le inquietaba. Duro y critico consigo mismo éste espartano se constituye, per sé, como elemento tectónico de la ciencia y carácter aragonés, expresado en sus facetas más humanas y científicas. 


Como personaje importante, en su aniversario corren ríos de tinta, muchos de ellos falsos, o solamente enfocados a su trabajo y con muchos obstáculos para conocer su vida.

Los panegiristas aprovechan que fuese un libre-pensador para fructificar sus ideas y llevarlas al terreno de la política. Baroja y Cajal gozaban ambos de una antipatía natural que les llevó a enfrentamientos verbales por las posturas mantenidas respectivamente. 
Cuando empiezan los problemas del separatismo vasco, Cajal le espeta a Baroja: "Españoles como usted merecían pudrirse al sol en Ifni". Era profundamente español, un verdadero patriota. Le dolía mucho los absurdos intentos de independencia, tanto de Cataluña o de Las Vascongadas. Todos aquellos separatismos no los acaba de asumir por irresponsables, anecdóticos y dañinos para la unidad de la Patria. Muere en 1934, de haber vivido en las épocas inmediatamente posteriores, hubiera sufrido lo indecible. Era un liberal, que no le agradaba el desorden o el caos. Empero hubiera combatido con la República. 

En sus relaciones con La iglesia, ésta pretendía que se rechazasen sus investigaciones, logros y publicaciones. Lo tenían cuasi estigmatizado, todo aquello que descubría e investigaba, lo tenían como algo demoniaco Pretendían que solo imperasen sus rezos y su falsa y pobre erudición, alzándose como emperadores culturales, en temas que desconocían por completo. Nunca fue amiga la religión de la ciencia, temían el peligro del conocimiento general del pueblo. A esto hay que sumarle, la actuación de los políticos del momento, ponían trabas a la fundación de “”escuelas libres y otorgaban medios muy precarios.

D. Santiago, viene al mundo en Petilla de Aragón, navarro de Registro, pero aragonés de raíces. Siempre se sintió aragonés por los cuatros costados. Sus padres y sus antepasados también lo eran. Con dos años, sus padres regresan a Larrés, pero en poco tiempo, su progenitor obtiene la plaza de Valpalmas. Es allí donde comienza la escuela.

Justo Ramón comienza a proyectar en su hijo, ansias de superación. El éxito inicial fue notable, pero Santiago se reveló muy pronto, contra el modelo de vida que imponía su padre. Vida austera exagerada, que Justo Ramón impuso en su casa. Todo le parecía poco, para ahorrar, ya que su idea era marchar a Zaragoza y que sus hijos recibiesen estudios.

En pocos años su padre consigue la plaza de Ayerbe, y allí los chicos acogen a Santiago con especial inquina, recibiéndolo a pedradas. De cara trigueña y aspecto amojamado, vestía con ropas humildes, pero sin pañuelo a la cabeza ni calzones ni alpargatas como vestían los campesinos, hizo que lo tomaran por un chico de la burguesía. Niño travieso y de carácter fuerte y rebelde, actitud esta que le trajo más de un problema en su adolescencia. En Ayerbe se convierte un pésimo estudiante. Su padre más ocupado que en Valpalmas, no puede atender su educación como hubiese querido. Le encolerizaban las travesuras y la rebeldía que mostraba, lo cual lo castigaba con formidables palizas y castigos.

Gran observador del medioambiente, disfrutaba estudiando el comportamiento y las migraciones de los animales. Aprendió de ellos muchos misterios de la naturaleza. Pasaba horas observando a los animales, anotando todo aquello que le parecía importante. Quien le iba a decir que años más tarde, publicaría quince trabajos de sus investigaciones y lo nombrarían presidente honorario de la Sociedad Española de Historia Natural, de la que fue un activo miembro. La dura vida de los campesinos, sus largas jornadas, su paciencia…, fueron una gran escuela para él.

Su padre lo llevó a Jaca a los Escolapios, allí conoció el terror y el hambre más amargo. Quedó al cargo de un tal, padre Jacinto, personaje cruel, azotaba a los niños en las muñecas. Reaccionó con más rebeldía y sufrió, encierros, golpes humillaciones y ayunos severos. Cuando su padre lo ve al regresar para las vacaciones de verano, se desengaña del sistema educativo del colegio de Jaca y decide matricularlo en el Instituto de Huesca. Pero antes lo puso a trabajar de ayudante de barbero. El joven aprendiz se sentía fuertemente atraído por las ideas políticas de su patrón, que era un ferviente demócrata.

En Linas de Marcuello, hubo un sangriento enfrentamiento, entre insurrectos encabezados por Pierrad y una columna del ejército isabelino. Cajal los había visto pasar, estos últimos desfilando por las calles de Ayerbe, quedando el joven Santiago entusiasmado, por el aire marcial, lo vistoso de sus uniformes y el brillo de sus armas. Al día siguiente contempló por primera vez, el lamentable espectáculo del campo de batalla, al concluir el combate, le impresionó el contraste entre la serenidad de la muerte y el horror de los espasmos de la agonía. 

La fotografía fue otra de sus aficiones. Cuando presenció el revelado, con ácido pirogálico, le causó una verdadera estupefacción y tuvo en su obra científica, un peso parecido, a su inclinación por el dibujo. Pero al médico de Ayerbe, al igual que la literatura; la pintura le parecía la misma pérdida de tiempo.

Su fama de putañero, corresponde a la pluma de Umbral, no siendo al parecer muy ciertas esas noticias. Cajal montó un estudio de fotografía en la Calle del Príncipe y decían que allí llevaba mujeres de todo tipo; de ahí nace parte del equívoco. Otros recuerdan la anécdota de Luis Calvo --que cuenta Manuel Vicent-- acerca de que hacía cola en el prostíbulo con una chapa esperando su turno. Algunos lo atribuyen a que hablaba mucho de la mujer, empero, éste apoyó a Emilia Pardo Bazán para que entrase en la Academia. Luchaba porque las mujeres españolas imitasen a las nórdicas e inglesas y que hiciesen deporte. Tenía tiempo para todo, podía administrar su tiempo de tal forma que le permitió: investigar, asistir a las tertulias de los cafés, hacer fotos, escribir relatos de ciencia ficción, etc. 

En el verano de 1863, Cajal descubre, que su vecino el confitero, tenía una biblioteca muy rica y abundante. Se deslizaba por el tragaluz del tejado y con sumo cuidado, cogía y dejaba cada libro, devorando su lectura y disfrutando, de las lecturas de Víctor Hugo, Dumas, Cervantes, etc. Detestaba el método de memorización de carrerilla, lo que le acarreó muchos problemas con el profesorado.

Termina el bachillerato en Huesca, justo al proclamarse la primera república. Le tocó vivir tiempos muy difíciles, en política había graves enfrentamientos, entre moderados y demócratas y los intentos revolucionarios contra “”esa señora imposible “” (Isabel II). Estudia medicina en la Escuela Libre de Zaragoza, sostenida por la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de la ciudad, figuró entre las de escasa altura y limitados medios. Cajal consiguió sus estudios, con notas muy brillantes. Su preparación académica, se desarrolla entre la revolución democrática y la restauración borbónica, entre los años 1869 y 1873. 

Al finalizar lo llaman a filas, en la llamada Quinta del Castelar, quien impuso el servicio militar obligatorio, por entonces era, presidente de la efímera Primera República. Al poco se convocan oposiciones para médico militar. Se presentan 200 opositores, para 30 plazas de las cuales Cajal queda el sexto. Lo destinan a Lérida, donde como médico militar tenía derecho a “”plaza montada “” que rechazó para hacer las marchas a pie, cosa que le proporcionó una excelente forma física.
Después va como capitán a Cuba. En Zaragoza existía una gran tradición de gimnasios, antes de que los hubiera en todas partes, Cajal acudía a los gimnasios No era tanto el boxeo como la gimnasia. Desarrolló unos músculos imponentes, con un cuerpo atlético del que solía presumir. Gracias a esa fortaleza pudo resistir la guerra de Cuba, cuando sufrió paludismo grave y disentería. Se quedó en el esqueleto. 

Santiago se siente fascinado por los parques, paseos y jardines de La Habana, así como por su fauna o flora. La afición que sentía por la naturaleza, le lleva a estudiar el medioambiente, de la Maninga. Pero pronto se da cuenta que aquella isla, resulta insoportable para los europeos, los omnipresentes mosquitos, propagadores del paludismo, consiguieron deshacer el ideal romántico que se había formado de la isla.

Se enfrenta muy agriamente a los mandos por el estado tan lamentoso en la que se encontraban los enfermos y heridos. Lo mal atendidos que estaban y el caos que reinaba. La falta de gobernabilidad, e inmoralidad en todos los estamentos, ya que sustraían para sí, la comida y los recursos que eran para los más necesitados. Se enojaba mucho cuando veía el grado de corrupción del ejército o el abuso de alcohol; no hacía más que hablar maravillas del gobierno republicano de Castelar y no se percataba de que ya, había oficiales que conspiraban en favor de Alfonso XII. Era de una honestidad increíble: se bajó el sueldo, se negó a que su hijo Jorge, fuese a Italia becado por la Junta de Ampliación de Estudios que él presidía. Le obsesionaba la administración del dinero público. 
Enferma gravemente y lo declaran “”inútil en campaña“”. Regresa, entrando por el puerto de Santander, convertido en una ruina humana, ya no era aquel joven atlético y vigoroso. Tuvo que sobornar al funcionario de turno, para conseguir cobrar su paga de campaña, cosa que se retrasaba hasta el infinito, ya que dicho dinero, era desviado a los bolsillos de los mandos. La corrupción en el ejército era inmoral. Con ese dinero, compra su primer microscopio 

Regresa a Zaragoza, donde su padre cuida de su enfermedad y se prepara para la catedra de anatomía, donde fracasa víctima del caciquismo del presidente del tribunal.

En 1883 consigue cátedra por oposición en Valencia, donde marcha con su familia a vivir, pero cuatro años más tarde, la obtiene de histología[1] normal y patología en Barcelona.

Justo Ramón, obtuvo plaza en el hospital de beneficencia y fue nombrado profesor de disección. Santiago trabaja tres años junto a su padre, sacando gran provecho, ya que no hay mejor maestro, que aquél que, estudia para enseñar. Los dibujos que tantos disgustos le había dado, ahora le servía para mostrar las piezas anatómicas. Llegó a reunir un gran número de dibujos a color, que incluso Justo Ramón pensó en publicar un atlas. Este proyecto no llegó a realizarse, ni tampoco se han editado al día de hoy, los que se conservan en la Facultad de Medicina de Zaragoza, a pesar de que Laín Entralgo lo propuso en repetidas ocasiones.

Santiago Ramón y Cajal, de haber nacido en otro lugar, seguramente hubiese tenido más repercusión en todos los aspectos, humanos y académicos. Su recuerdo estaría diariamente vivo en todas las generaciones que le sucedieron.
Desgraciadamente, Aragón no es Tierra de agradecer, méritos, a sus hijos más ilustres. No lo ha tratado mal, pero los aragoneses somos bastante abandonados, no sólo con nuestros personajes egregios, sino con nuestro patrimonio, con nuestra arquitectura. Nunca hemos sabido cuidar lo que tenemos, en esto sí hay bastante desidia y mucho por mejorar. Me viene a la memoria un artículo del inigualable, D. Arturo Pérez Reverte, de reciente publicación sirviéndose de su clásico y agudo sarcasmo sobre esta fatal sociedad en la que nos envolvemos; al que titula: LAS NAVAS DE TOLOSA, crítica muy actual, y del sentir generalizado del pueblo, que sufre los azotes de los corruptos, delictuales y blindados politicastros, que irresponsablemente caotizan una situación legitima creando contextos sociales anti natura, donde la pusilanimidad e hipocresía afloran hasta el hastío y a los que D. Santiago, combatió en los días que anduvo por estos pagos.

LAS NAVAS DE TOLOSA. De Arturo Pérez-Reverte. La carga de los tres reyes.
Los americanos tienen 

El Álamo, Gettysburg,
Los franceses Alesia.
Los judíos, Masada.
Los griegos, el Paso de las Termopilas.
Los alemanes, los bosques de Teutoburgo.
Los ingleses, Trafalgar.
Los portugueses, Aljubarrota
Los rusos, Stalingrado.
Hasta los zulúes tienen algo... Insaldwana

Y los españoles, debido a los traidores por un lado y los cobardes por otro, no tenemos...

Las Navas de Tolosa, por insidiosa
La Batalla del Ebro, por fascista
Lepanto, por intolerante
Tenochtitlán, por genocida
Bailén, por retrógrado
Amberes, Breda, Northlinghen, por no herir sensibilidades
Villaviciosa, por no plural
¿Sigo?
Los premios a su labor son mucho más reconocidos fuera de nuestro país, donde cada vez son más y más numerosos. Le invitan a las universidades más prestigiosas del mundo a dar conferencias. Escribe libros sobre el sistema nervioso. Que le premian en todos sitios. Publica revistas.
Le proponen para ministro de Instrucción Pública. Cargo que rechaza.
El diez de diciembre, le otorgan el premio Nobel de Fisiología y Medicina.
Fallece en Madrid, en 1934.

Zaragoza a 4 de abril de 2014
María Jesús Salvador Miguel












































[1] Parte de la biología que estudia los tejidos orgánicos, animales y vegetales.