viernes, 4 de julio de 2014

YACIMIENTOS DEL BRONCE HISPÁNICOS

En España, los primeros asentamientos de la Edad del Bronce, documentados en la provincia de Almería, se fechan en el segundo milenio a/C., y se enmarcan en la denominada cultura de El Argar y la cultura de Tartessos, éste con centro de gravedad en el valle bajo del Guadalquivir.

LA CULTURA DE EL ARGAR

Yacimientos en la provincia Almería que le da nombre a la cultura arqueológica de la edad el Bronce Medio y Final, (éste último también llamado post-Argárico) que se extiende por el sudeste de la península Ibérica (sur de Valencia, Murcia y Albacete) entre el 2.300 y 1.600 a/C.

La cultura argárica se caracteriza por presentar asentamientos permanentes emplazados en puntos elevados, fáciles de defender, que permiten controlar el territorio circundante. En ellos las edificaciones se organizan en terrazas escalonadas sobre las que construyen sus viviendas de planta trapezoidal o rectangular con una población urbana desarrollada. En ocasiones los asentamientos poseen murallas, bastiones y torres que nos indica un   periodo de conflictos bélicos.

Los enterramientos se efectúan en el interior de los poblados, y casi siempre bajo los pisos de las casas. Se trata de inhumaciones generalmente individuales, en fosas, covachas excavadas en la roca, cistas rectangulares de piedra o urnas de cerámica, (Tikoi), se acompañan de ajuares, compuestos sobre todo por objetos cerámicos, si bien algunas tumbas presentan armas (puñal argárico de cuatro remaches que sujetan la hoja) y adornos personales (diademas de plata que algunos la identifican con Egipto) de bronce, oro y plata.

Las comunidades argáricas basaron su economía en la agricultura, la ganadería y la metalurgia, la cerámica es lisa, presenta formas de cuenco y carenadas, la más característica es la Copa Argárica, algunos autores le suponen una influencia cretense.

Además se supone que las economías de las diferentes comunidades se complementarían entre ellas. En cuanto a la estructura social, los enterramientos unidos a la evidencia de la existencia de un artesanado especializado, parece indicar una marcada jerarquización, por lo que se ha propuesto la existencia de una formación de carácter estatal.

LA CULTURA DE LOS CAMPOS DE URNAS

En la península Ibérica hay manifestaciones tipo campos de urnas en Cataluña, Aragón y la meseta norte, manifestaciones que en algunas regiones perduran hasta época ibérica. Sin embargo, no parece que en España se pueda hablar de una cultura de campos de urnas propiamente dicha.
Penetran en el península Ibérica sobre el 1100 Bronce Final (primera Edad el Hierro en Europa), su límite por el sur es Sagunto, se desplazan hacia el interior por la cuenca del río Palancia hasta la Litera, desde Lérida hacia el sur, hasta el bajo Aragón, desde Azaila hasta Mediana de Aragón, se expanden por Navarra y la Rioja, hasta el año 450/400, cuando se desarrolla la cultura ibérica y desaparece progresivamente la de campos de urnas aunque coexisten ambas durante un determinado espacio de tiempo.

Se caracterizan por las extensas necrópolis de urnas de incineración, los asentamientos fortificados (el aumento de la fabricación de armas y las fortificaciones nos sitúan en unas épocas conflictivas) y, en general por un aparente aumento de la población. Asimismo se registra un importante desarrollo de la producción metalúrgica y las relaciones de intercambio, se relaciona con los pueblos del mar que dieron fin a la cultura Heládica de Micenas.


Los ajuares de las tumbas incluyen vasos de cerámica, así como agujas, anillos, fíbulas llamadas de arco de violín y collares (enterramientos femeninos), o lanzas, flechas, espadas, hachas, cuchillos y las llamadas hojas de afeitar (enterramientos masculinos). De estos ajuares se deduce la posible existencia de una aristocracia de carácter militar, en relación con ésta estaría la aparición de los carros de dos ruedas ricamente decorados con un alto valor social.

La cerámica ricamente decorada bicónicas con motivos geométricos con técnicas de incisión y relleno, otras con acanaladuras oblicuas, asas de cintas muy anchas que se sitúan en la parte media y superior de la vasija, otras de grandes proporciones destinadas a contener el ajuar del difunto con decoraciones del tipo de cordones, apliques, asideros del tipo pezón similar al de Vinça que circundan la vasija aplicados sobre la superficie dando lugar a diversos motivos decorativos. Es ahora cuando se abandona la talla  lítica.

La metalurgia con la existencia de un artesanado muy especializado, dará lugar al perfeccionamiento de las armas, espadas, de tipo pistiliformes, de lengua de carpa, de bordes paralelos, apuntadas, etc.(en la península las más características serán las de antenas, que nos sitúa en los Urnenfelder V), fíbulas de arco de violín, de arpa, escudos de bronce repujados, hachas de talón de alerones, etc., vasijas oblongas de asas empotradas, se generalizan los cuencos y calderos lisos de cultos que son montados sobre carros ricamente decorados.

Los asentamientos de los campos de urnas basaron su economía en la metalurgia y el comercio, sin depreciar la agricultura y la ganadería, los bovinos y los ovicápridos generalmente.

En cuanto a la estructura social queda determinada por esa aristocracia marcadamente militar que se observa en las necrópolis, situándose los poblados preferentemente en zonas fértiles como los valles fluviales y en las zonas lacustres, se ha documentado la existencia de palafitos, con lo que nos pondría en contacto con la cultura de Polada.

CULTURA DE TARTESSOS

Este es el nombre que los autores griegos clásicos utilizaron para referirse a un supuesto reino que se extendería en  los primeros siglos del I milenio a/C., por parte de la actual Andalucía, con una floreciente capital ubicada en algún punto impreciso próximo a la desembocadura del Guadalquivir. Las fuentes escritas mencionan incluso los nombres de algunos reyes míticos de Tartessos, como Gargoris, Habidis al que se atribuye la enseñanza del cultivo de la tierra, y Argantonio, aliado de fenicios y griegos. Estos datos, sin embargo, no se corresponden  con las evidencias arqueológicas, y hoy día el término tartésico se utiliza para referirse a la cultura material presente en una serie de asentamientos concentrados sobre todo en el sur de Huelva y bajo Guadalquivir.

En la actualidad el fenómeno tartésico se asocia a desarrollos autóctonos, tales como un crecimiento demográfico y la configuración de una sociedad más compleja en torno al cambio del milenio. En este contexto se produce la colonización fenicia, que actuaría como dinamizadora y desencadenante de un activo comercio. Por este motivo las fases avanzadas  de esta cultura se conoce como periodo orientalizante tartésico. El elemento primordial para definir la cultura es la cerámica. En un principio toda la cerámica es a mano, pero a partir del cambio de milenio ésta comienza a convivir con tipos a torno, como la cerámica  de barniz rojo. El torno de alfarero se considera un elemento introducido por los fenicios, al igual que al metalurgia del hierro.

Con respecto a los asentamientos, se ha documentado tanto la continuidad de asentamientos anteriores como la reocupación de núcleos de población abandonados y el surgimiento de nuevos, lo que avala la hipótesis de un crecimiento demográfico. Apenas se conoce la organización interna de estos núcleos de población, en algunos casos excepcionales como el caso de Setefilla (Sevilla), se ha constatado la existencia de potentes bastiones, las viviendas más antiguas son de planta circular u oval y más adelante, posiblemente como consecuencia de los colonizadores se sustituyen por rectángulares.

Las necrópolis presentan una tipología de enterramientos muy variada, en la que está presente tanto el rito de inhumación como el de incineración. En ocasiones ambos conviven en un mismo enterramiento. Asimismo se documentan tanto enterramientos individuales como semicolectivos. Las dos estructuras funerarias más características son la de nominada tumba plana (enterramiento en fosa) y el túmulo. La variedad y riqueza de los ajuares documenta la existencia de una clase dominante consumidora de productos de lujo adquiridos por intercambio comercial. Por los que se refiere  a las actividades productivas, la arqueología ha documentado ampliamente la práctica de la minería y la metalurgia, mientras que la fabricación de manufacturas metálicas está escasamente representada.

El bronce trajo consigo cambios fundamentales en la estructura social. La generalización del arado con reja metálica, particularmente pesado, apartó a las mujeres de las labores agrícolas, a las que habían venido dedicándose tradicionalmente mientras que los hombres guerreaban o se dedicaban al pastoreo. La sociedad acentuó sus caracteres patriarcales y las formas de organización política derivaron a la monarquía.

ANALOGÍAS Y DIFERENCIAS DE LAS CULTURAS DEL
BRONCE Y LOS CAMPOS DE URNAS EN LA PENÍNSULA


La primera gran diferencia con la que nos encontramos es la cronológica, mientras que la cultura de El Argar se localiza preferentemente entre el último tercio del III milenio y mediados del segundo (Bronce Inicial, 2.300/1.600) a/C, la de los campos de urnas hace su aparición en territorio peninsular a fines del II milenio y mediados del I (Bronce Final 1.100/450) hispánico, la Tartéssica se data en torno al 900 a/C.

Otra estaría en el origen de cada una de ellas, así la de los campos de urnas provocaría una aculturización de los indígenas peninsulares asentados en el radio de expansión de esa cultura foránea, mientras que la de El Argar y posteriormente la Tartéssica se trataría de unas culturas autóctonas, la primera heredera de la de los Millares al mismo tiempo que ocupa territorialmente su antigua ubicación, la segunda con evidentes influencias fenicias dado su activo comercio con los semitas.

Otra gran diferencia es la distribución geográfica, la Argárica se extiende principalmente en el sudeste de la península con proyección hacia el oeste, el límite superior coincidirá a grandes rasgos con el inferior de la de los campos de urnas que se sitúan desde Cataluña a Sagunto, meseta y Valle del Ebro principalmente, la Tartéssica se extendería por Andalucía occidental, sur de Portugal y valle del Guadalquivir.

Otra de las diferencias es la metalurgia, El Argar seguirá utilizando el bronce arsenicado, presumiblemente intencionado, teniendo que esperar a finales del milenio para que se generaliza el uso del bronce de estaño. Para Chapman el nivel de producción e innovación de metales no alcanza las cotas apreciables de centro Europa y el Egeo,  por la variabilidad tipológica y estilística de las producciones, mientras que la de los campos de urnas y la Tartéssica el bronce se halla en su etapa final, elaborando joyas, utensilios y armas con ricos decorados que denotan su alta especialización, va siendo sustituido paulatinamente por el hierro.

Pero quizás la más notable sea la acusada diferencia en la elaboración de la cerámica, hechas a mano la percepción de una alta calidad y perfeccionamiento en el acabado de las piezas de las de campos de urnas con respecto a las argáricas. La rica decoración de las primeras contrastan con la sobriedad y austeridad de la segundas ; las cerámicas tipo también difieren mientras que en la argárica será la Copa de su nombre (cuenco con pie), en la segunda será la denominada de tipo bicónico ricamente decorada con figuritas adosadas a modo de asidero utilizada generalmente para el depósito de las cenizas del difunto, en cuanto a la Tartéssica finalmente adopta el torno alfarero introducido por los fenicios lo que le permite una mayor belleza y perfeccionamiento en la elaboración de las cerámicas.

Los enterramientos también serían un factor diferenciador, no en cuanto al proceso, ya que ambos utilizan las cistas, fosas excavadas, grandes vasijas de cerámicas etc., pero sí en cuanto a su contenido, mientras que los agáricos practican la inhumación generalmente individual, en el interior de los hábitats, bajo el piso de las viviendas los de los campos de urnas optan por la incineración, una aproximación de semejanza sería el ajuar con las claras diferencias estilísticas, así como la caracterización del papel que juega ese ajuar en la diferenciación social de los signos de riqueza y poder, por contra la Tartéssica adopta las dos formas de enterramiento ya inhumación, ya incineración, diferenciándose en cuanto al tipo, esta se practica en las denominadas tumbas planas y en los túmulos de influencia Kurgánica.

Una semejanza la encontramos en la economía, estas culturas la basarían en la metalúrgica y el comercio, sin desdeñar la agricultura y la ganadería, esta dominada por los bovinos (valle del Guadalquivir, Segura y Vinalopó), con un porcentaje superior al de ovicápridos.

Otra semejanza no menos importante estaría en la estructura social, la existencia de asentamientos fortificados, emplazados en puntos de fácil defensa, con amplias murallas de madera y tapial, rodeada de amplios fosos defensivos, con bastiones y torres especializados en la coerción y defensa de un determinado territorio (poblado y asentamientos más pequeños) generalmente agrícola que al mismo tiempo conlleva un crecimiento demográfico y por ende expansionista. Renfrew mantiene que estas innovaciones tecnológicas son imprescindibles para permitir unos niveles de intensificación tales que permitieran la aparición del Estado. Desde una óptica materialista será la aparición de la explotación y la institucionalización de las desigualdades a través de las clases sociales, con su expresión territorial, la causa de la aparición del Estado.

BIBLIOGRAFÍA
CABRERA.V., y otros, Manual de la Historia Universal, (prehistoria),  Historia 16, Madrid 1.992.

LULL,V., La cultura del El Argar (un modelo para el estudio de las formaciones economico-sociales prehistóricas), Akal, Madrid 1.983.

CAPMAN, R.W., La formación de las sociedades complejas. El sureste de la Península Ibérica en el marco del Mediterráneo occidental, Crítica, Barcelona 1.991.

Zaragoza a 4 de julio de 2014
José maría Fernández Núñez
Historiador




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