YACIMIENTOS
DEL BRONCE HISPÁNICOS
En España, los primeros
asentamientos de la Edad del Bronce, documentados en la provincia de Almería,
se fechan en el segundo milenio a/C., y se enmarcan en la denominada cultura de
El Argar y la cultura de Tartessos, éste con centro de gravedad en el valle
bajo del Guadalquivir.
LA
CULTURA DE EL ARGAR
Yacimientos en la provincia
Almería que le da nombre a la cultura arqueológica de la edad el Bronce Medio y
Final, (éste último también llamado post-Argárico) que se extiende por el
sudeste de la península Ibérica (sur de Valencia, Murcia y Albacete) entre el
2.300 y 1.600 a/C.
La cultura
argárica se caracteriza por presentar asentamientos permanentes emplazados en
puntos elevados, fáciles de defender, que permiten controlar el territorio
circundante. En ellos las edificaciones se organizan en terrazas escalonadas
sobre las que construyen sus viviendas de planta trapezoidal o rectangular con
una población urbana desarrollada. En ocasiones los asentamientos poseen
murallas, bastiones y torres que nos indica un
periodo de conflictos bélicos.
Los enterramientos se
efectúan en el interior de los poblados, y casi siempre bajo los pisos de las
casas. Se trata de inhumaciones generalmente individuales, en fosas, covachas
excavadas en la roca, cistas rectangulares de piedra o urnas de cerámica,
(Tikoi), se acompañan de ajuares, compuestos sobre todo por objetos cerámicos,
si bien algunas tumbas presentan armas (puñal argárico de cuatro remaches que
sujetan la hoja) y adornos personales (diademas de plata que algunos la
identifican con Egipto) de bronce, oro y plata.
Las comunidades argáricas
basaron su economía en la agricultura, la ganadería y la metalurgia, la
cerámica es lisa, presenta formas de cuenco y carenadas, la más característica
es la Copa Argárica, algunos
autores le suponen una influencia cretense.
Además se supone que las
economías de las diferentes comunidades se complementarían entre ellas. En
cuanto a la estructura social, los enterramientos unidos a la evidencia de la
existencia de un artesanado especializado, parece indicar una marcada
jerarquización, por lo que se ha propuesto la existencia de una formación de
carácter estatal.
LA
CULTURA DE LOS CAMPOS DE URNAS
En la península Ibérica hay
manifestaciones tipo campos de urnas en Cataluña, Aragón y la meseta norte,
manifestaciones que en algunas regiones perduran hasta época ibérica. Sin
embargo, no parece que en España se pueda hablar de una cultura de campos de
urnas propiamente dicha.
Penetran en el península
Ibérica sobre el 1100 Bronce Final (primera Edad el Hierro en Europa), su
límite por el sur es Sagunto, se desplazan hacia el interior por la cuenca del
río Palancia hasta la Litera, desde Lérida hacia el sur, hasta el bajo Aragón,
desde Azaila hasta Mediana de Aragón, se expanden por Navarra y la Rioja, hasta
el año 450/400, cuando se desarrolla la cultura ibérica y desaparece
progresivamente la de campos de urnas aunque coexisten ambas durante un
determinado espacio de tiempo.
Se caracterizan por las
extensas necrópolis de urnas de incineración, los asentamientos fortificados
(el aumento de la fabricación de armas y las fortificaciones nos sitúan en unas
épocas conflictivas) y, en general por un aparente aumento de la población.
Asimismo se registra un importante desarrollo de la producción metalúrgica y
las relaciones de intercambio, se relaciona con los pueblos del mar que dieron
fin a la cultura Heládica de Micenas.
Los ajuares de las tumbas
incluyen vasos de cerámica, así como agujas, anillos, fíbulas llamadas de arco
de violín y collares (enterramientos femeninos), o lanzas, flechas, espadas,
hachas, cuchillos y las llamadas hojas de afeitar (enterramientos masculinos).
De estos ajuares se deduce la posible existencia de una aristocracia de
carácter militar, en relación con ésta estaría la aparición de los carros de
dos ruedas ricamente decorados con un alto valor social.
La cerámica
ricamente decorada bicónicas con motivos geométricos con técnicas de incisión y
relleno, otras con acanaladuras oblicuas, asas de cintas muy anchas que se
sitúan en la parte media y superior de la vasija, otras de grandes proporciones
destinadas a contener el ajuar del difunto con decoraciones del tipo de
cordones, apliques, asideros del tipo pezón similar al de Vinça que circundan
la vasija aplicados sobre la superficie dando lugar a diversos motivos
decorativos. Es ahora cuando se abandona la talla lítica.
La metalurgia con la
existencia de un artesanado muy especializado, dará lugar al perfeccionamiento
de las armas, espadas, de tipo pistiliformes, de lengua de carpa, de bordes
paralelos, apuntadas, etc.(en la península las más características serán las de
antenas, que nos sitúa en los Urnenfelder V), fíbulas de arco de violín, de
arpa, escudos de bronce repujados, hachas de talón de alerones, etc., vasijas
oblongas de asas empotradas, se generalizan los cuencos y calderos lisos de
cultos que son montados sobre carros ricamente decorados.
Los asentamientos de los
campos de urnas basaron su economía en la metalurgia y el comercio, sin
depreciar la agricultura y la ganadería, los bovinos y los ovicápridos
generalmente.
En cuanto a la estructura
social queda determinada por esa aristocracia marcadamente militar que se observa
en las necrópolis, situándose los poblados preferentemente en zonas fértiles
como los valles fluviales y en las zonas lacustres, se ha documentado la
existencia de palafitos, con lo que nos pondría en contacto con la cultura de
Polada.
CULTURA
DE TARTESSOS
Este es el
nombre que los autores griegos clásicos utilizaron para referirse a un supuesto
reino que se extendería en los primeros
siglos del I milenio a/C., por parte de la actual Andalucía, con una
floreciente capital ubicada en algún punto impreciso próximo a la desembocadura
del Guadalquivir. Las fuentes escritas mencionan incluso los nombres de algunos
reyes míticos de Tartessos, como Gargoris, Habidis al que se atribuye la
enseñanza del cultivo de la tierra, y Argantonio, aliado de fenicios y griegos.
Estos datos, sin embargo, no se corresponden
con las evidencias arqueológicas, y hoy día el término tartésico se
utiliza para referirse a la cultura material presente en una serie de
asentamientos concentrados sobre todo en el sur de Huelva y bajo Guadalquivir.
En la actualidad el fenómeno
tartésico se asocia a desarrollos autóctonos, tales como un crecimiento
demográfico y la configuración de una sociedad más compleja en torno al cambio
del milenio. En este contexto se produce la colonización fenicia, que actuaría
como dinamizadora y desencadenante de un activo comercio. Por este motivo las
fases avanzadas de esta cultura se
conoce como periodo orientalizante tartésico. El elemento primordial para definir
la cultura es la cerámica. En un principio toda la cerámica es a mano, pero a
partir del cambio de milenio ésta comienza a convivir con tipos a torno, como
la cerámica de barniz rojo. El torno de
alfarero se considera un elemento introducido por los fenicios, al igual que al
metalurgia del hierro.
Con respecto a los
asentamientos, se ha documentado tanto la continuidad de asentamientos
anteriores como la reocupación de núcleos de población abandonados y el
surgimiento de nuevos, lo que avala la hipótesis de un crecimiento demográfico.
Apenas se conoce la organización interna de estos núcleos de población, en
algunos casos excepcionales como el caso de Setefilla (Sevilla), se ha
constatado la existencia de potentes bastiones, las viviendas más antiguas son
de planta circular u oval y más adelante, posiblemente como consecuencia de los
colonizadores se sustituyen por rectángulares.
Las necrópolis presentan una
tipología de enterramientos muy variada, en la que está presente tanto el rito
de inhumación como el de incineración. En ocasiones ambos conviven en un mismo
enterramiento. Asimismo se documentan tanto enterramientos individuales como
semicolectivos. Las dos estructuras funerarias más características son la de
nominada tumba plana (enterramiento en fosa) y el túmulo. La variedad y riqueza
de los ajuares documenta la existencia de una clase dominante consumidora de
productos de lujo adquiridos por intercambio comercial. Por los que se
refiere a las actividades productivas,
la arqueología ha documentado ampliamente la práctica de la minería y la
metalurgia, mientras que la fabricación de manufacturas metálicas está
escasamente representada.
El bronce trajo consigo
cambios fundamentales en la estructura social. La generalización del arado con
reja metálica, particularmente pesado, apartó a las mujeres de las labores
agrícolas, a las que habían venido dedicándose tradicionalmente mientras que
los hombres guerreaban o se dedicaban al pastoreo. La sociedad acentuó sus
caracteres patriarcales y las formas de organización política derivaron a la monarquía.
ANALOGÍAS
Y DIFERENCIAS DE LAS CULTURAS DEL
BRONCE
Y LOS CAMPOS DE URNAS EN LA PENÍNSULA
La primera gran diferencia
con la que nos encontramos es la cronológica, mientras que la cultura de El
Argar se localiza preferentemente entre el último tercio del III milenio y
mediados del segundo (Bronce Inicial, 2.300/1.600) a/C, la de los campos de
urnas hace su aparición en territorio peninsular a fines del II milenio y
mediados del I (Bronce Final 1.100/450) hispánico, la Tartéssica se data en torno
al 900 a/C.
Otra estaría en el origen de
cada una de ellas, así la de los campos de urnas provocaría una aculturización
de los indígenas peninsulares asentados en el radio de expansión de esa cultura
foránea, mientras que la de El Argar y posteriormente la Tartéssica se trataría
de unas culturas autóctonas, la primera heredera de la de los Millares al mismo
tiempo que ocupa territorialmente su antigua ubicación, la segunda con
evidentes influencias fenicias dado su activo comercio con los semitas.
Otra gran diferencia es la
distribución geográfica, la Argárica se extiende principalmente en el sudeste
de la península con proyección hacia el oeste, el límite superior coincidirá a
grandes rasgos con el inferior de la de los campos de urnas que se sitúan desde
Cataluña a Sagunto, meseta y Valle del Ebro principalmente, la Tartéssica se
extendería por Andalucía occidental, sur de Portugal y valle del Guadalquivir.
Otra de las diferencias es
la metalurgia, El Argar seguirá utilizando el bronce arsenicado, presumiblemente
intencionado, teniendo que esperar a finales del milenio para que se generaliza
el uso del bronce de estaño. Para Chapman el nivel de producción e innovación
de metales no alcanza las cotas apreciables de centro Europa y el Egeo, por la variabilidad tipológica y estilística
de las producciones, mientras que la de los campos de urnas y la Tartéssica el
bronce se halla en su etapa final, elaborando joyas, utensilios y armas con
ricos decorados que denotan su alta especialización, va siendo sustituido
paulatinamente por el hierro.
Pero quizás la más notable
sea la acusada diferencia en la elaboración de la cerámica, hechas a mano la
percepción de una alta calidad y perfeccionamiento en el acabado de las piezas
de las de campos de urnas con respecto a las argáricas. La rica decoración de
las primeras contrastan con la sobriedad y austeridad de la segundas ; las
cerámicas tipo también difieren mientras que en la argárica será la Copa de su
nombre (cuenco con pie), en la segunda será la denominada de tipo bicónico
ricamente decorada con figuritas adosadas a modo de asidero utilizada
generalmente para el depósito de las cenizas del difunto, en cuanto a la
Tartéssica finalmente adopta el torno alfarero introducido por los fenicios lo
que le permite una mayor belleza y perfeccionamiento en la elaboración de las
cerámicas.
Los enterramientos también
serían un factor diferenciador, no en cuanto al proceso, ya que ambos utilizan
las cistas, fosas excavadas, grandes vasijas de cerámicas etc., pero sí en cuanto
a su contenido, mientras que los agáricos practican la inhumación generalmente
individual, en el interior de los hábitats, bajo el piso de las viviendas los
de los campos de urnas optan por la incineración, una aproximación de semejanza
sería el ajuar con las claras diferencias estilísticas, así como la
caracterización del papel que juega ese ajuar en la diferenciación social de
los signos de riqueza y poder, por contra la Tartéssica adopta las dos formas
de enterramiento ya inhumación, ya incineración, diferenciándose en cuanto al
tipo, esta se practica en las denominadas tumbas planas y en los túmulos de
influencia Kurgánica.
Una semejanza la encontramos
en la economía, estas culturas la basarían en la metalúrgica y el comercio, sin
desdeñar la agricultura y la ganadería, esta dominada por los bovinos (valle
del Guadalquivir, Segura y Vinalopó), con un porcentaje superior al de
ovicápridos.
Otra semejanza no menos
importante estaría en la estructura social, la existencia de asentamientos
fortificados, emplazados en puntos de fácil defensa, con amplias murallas de
madera y tapial, rodeada de amplios fosos defensivos, con bastiones y torres
especializados en la coerción y defensa de un determinado territorio (poblado y
asentamientos más pequeños) generalmente agrícola que al mismo tiempo conlleva
un crecimiento demográfico y por ende expansionista. Renfrew mantiene que estas
innovaciones tecnológicas son imprescindibles para permitir unos niveles de
intensificación tales que permitieran la aparición del Estado. Desde una óptica
materialista será la aparición de la explotación y la institucionalización de
las desigualdades a través de las clases sociales, con su expresión
territorial, la causa de la aparición del Estado.
BIBLIOGRAFÍA
CABRERA.V., y
otros, Manual de la Historia Universal,
(prehistoria), Historia 16, Madrid 1.992.
LULL,V., La cultura del El Argar (un modelo para el
estudio de las formaciones
economico-sociales prehistóricas), Akal, Madrid 1.983.
CAPMAN, R.W., La formación de las sociedades complejas. El
sureste de la Península Ibérica en el
marco del Mediterráneo occidental,
Crítica, Barcelona 1.991.
Zaragoza a 4 de julio de
2014
José maría Fernández Núñez
Historiador
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