domingo, 5 de enero de 2014



Todo empezó un 28 de junio de 1119 cuando Roger de Salerno regente del principado de Antioquia en nombre del infante Bohemundo vio amenazado el territorio por el ortóquida (miembros de una pequeña tribu turca asociada a los selyúcidas) Ilghazi que con ansias de expansión había iniciado ataques contra los asentamientos cristianos, dispersos tanto en el plano espacial como el político estructural en aquella vasta geografía. Cada uno de los contendientes había pedido apoyo a sus convecinos y estos se lo habían ofrecido, así por parte cristiana Roger recibía los apoyos del rey de Jerusalén Balduino II y del conde Ponce de Trípoli, del ortóquida es apoyado por Toghtekin emir de Damasco. El musulmán más paciente que Roger que a pesar de los consejos recibidos y sin esperar a sus aliados se presentó con su ejército compuesto por unos mil infantes y 700 caballos, ante el fuerte de Tel-Aquibrin, al borde de la llanura de Sarmeda. La historia nos dice que sufrió una derrota sin igual, tanto fue el desastre que esta batalla pasó a la historia con el nombre de Ager Sanguinis, (campo de sangre), en ella se puso en evidencia la falta de cohesión de los estados cristianos, si continuaban así su estancia sería corta.



Recordando el pasado tenemos en estas recién pasadas fechas un suceso que no suele ser citado en los anales ni recordado en la actualidad. Se trata de la batalla de Sarmeda o del Ager Sanguinis como lo denominaron los francos. Fue tan importante que marcó un punto de inflexión en las relaciones y dependencias sociopolíticas del Jerusalén, pero sobre todo debería ser recordado por la revolución monacal mas importante de la historia, se trata de dar carta de naturaleza a la justificación de armar a los monjes para la defensa de Tierra Santa, hecho atribuido falsamente a Bernardo de Clairvaux que solo se hace eco de lo que había sido “legalizado” años antes en el Sínodo de Nablus, en sus regalías anuncia lo que mas tarde se conocería como las ordenes de caballerías. “El canon 20 afirma que, un miembro del clero no debe ser declarado culpable si toma las armas en defensa propia, pero no puede tomar las armas por cualquier otra razón, ni puede actuar como un caballero” y que mejor autodefensa que la de los santos lugares y la protección a los peregrinos, la justificación estaba servida. 




El encuentro tuvo lugar junto al pueblo de Hab. Murieron gran cantidad de hombres de ambos bandos. Ilghazi y Toghtekin se retiraron con muchos prisioneros, pero el empuje musulmán había sido detenido, y los dos bandos se proclamaron victoriosos. Balduino se retiró a Antioquía después de reconquistar algunas fortalezas perdidas y puso el Principiado y el condado de Edesa en orden antes de volver a Jerusalén en el invierno de 1119.

La batalla de Sarmeda había sido un desastre, pero incluso de la derrota se supo obtener un claro beneficio en ella los puntos débiles de los nacientes estados latinos en Oriente adolecían de lo fundamental, cohesión política, dependencia jerárquica, leyes y normas sociales suficientes para sostenerse en una tierra que les era hostil, insegura, de la que su dominio era ficticio solo dominaban aquella tierra que pisaban sus huestes. Ello le llevó a convocar junto con el patriarca de Jerusalén el Sínodo de Nablus, inmediatamente después del desastre de Sarmeda.

También se le conoce como Consejo o Concilio aunque su definición más correcta es la primera (el Sínodo es una reunión más local donde se debaten cuestiones temas específicos locales el Concilio es mas universal donde se tratan cuestiones de fe y de reglamentos internos). En él se establecen las primeras leyes del reino y se reconoce oficialmente la labor de los Pauperes commilitones Christi Templique Solomonici a los que se les “legaliza” oficialmente el 16 de enero de 1120 se aprobó su creación de carácter inicialmente policial cuyo objetivo era asegurar las vías de comunicación y dar protección a los peregrinos cuyas alarmantes quejas llegaban al reino latino desde todo occidente, cosa nada buena para los incipientes estados que se sustentaban de aquellos a los que solicitaban recursos continuamente y que estos no se mostraban nada generosos al comprobar que no se cumplían los principales objetivos de su estancia en Tierra Santa. 

En definitiva Junio fue un mes prolífico en batallas y escaramuzas entre los eternos enemigos. Otra de cierta relevancia fue la de Azaz en 11 o 13 de junio de 1125 que además de liberar la plaza permitió a los cruzados recuperar gran parte de lo perdido en la derrota de Ager Sangunis…pero esto es otra historia y…tal vez otro día….quien sabe…

José María. 







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